En los últimos meses, Israel ha sido una tierra llena de expresiones, tanto de amor fraternal como de luchas egoístas y alberga un conflicto constante entre la buena voluntad y la animosidad.
Según la sabiduría de la Cabalá, “tierra” (𝘌𝘳𝘦𝘵𝘻) significa deseo (𝘙𝘢𝘵𝘻𝘰𝘯), que también se conoce como corazón del hombre. En este deseo —corazón— reside el pueblo de Israel y las naciones del mundo. Estos deseos, como vecinos, luchan por coexistir pacíficamente: o las naciones dominan o el pueblo de Israel prevalece en el corazón.
Inicialmente, el corazón era como desierto, sólo controlado por deseos egoístas, que consumían todo lo que estaba a su alcance. Cabalá define los deseos egoístas como «naciones del mundo».
A medida que la humanidad evolucionó, surgió un pequeño deseo llamado “Israel”. Israel significa “directo a Dios” (𝘠𝘢𝘴𝘩𝘢𝘳 𝘌𝘭). Cabalá suele referirse a Dios como “Creador” y lo define como la cualidad de amor y otorgamiento que crea y sostiene el universo, incluidos nosotros, los humanos. En otras palabras, inicialmente nos desarrollamos como naciones del mundo, es decir, en deseos egoístas que dan prioridad al beneficio personal sobre el beneficio de los demás y de la naturaleza. El deseo llamado “Israel”, es el deseo de favorecer a los demás y a la naturaleza y surgió en nosotros en una etapa evolutiva posterior.
El conflicto estalló cuando el deseo llamado “Israel” surgió entre los deseos llamados “naciones del mundo”. Comenzamos a luchar entre nosotros para superar el corazón, para renunciar al control del deseo egoísta y dejar que el poder superior de amor y otorgamiento nos guíe y remodele nuestro corazón.
Esta batalla interna persistirá hasta que nos esforcemos por dominar el ego e inclinemos la balanza y le demos la victoria al deseo superior Divino y permitamos que el amor y el otorgamiento gobiernen el corazón. Con este triunfo, el corazón se convierte en “Tierra de Israel”, pues logra la intención de ir 𝘠𝘢𝘴𝘩𝘢𝘳 𝘌𝘭 (directo a Dios).
Los medios para lograr esta devoción al deseo Divino, están en la gente que comparte el deseo inicial de llegar al estado de amor y otorgamiento mutuos y que está dispuesta a apoyarse y a alentarse para combatir su naturaleza egoísta. Al aumentar esa influencia y permitir que la cualidad de amor y otorgamiento guíe el corazón en todos los frentes, se alcanza el estado de “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Cuando se alcance este estado de máxima armonía, el interior de la Tierra de Israel, emergerá en su pureza y santidad, dedicada completamente a la fuerza superior de amor y otorgamiento, es decir, a Dios.
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