A medida que, en la actual guerra entre Israel y Hamás, surgen historias de autosacrificio para salvar a otros, mucha gente se hace una pregunta.
Por ejemplo, el primer día de la guerra, seis amigos supervivientes, contaron que el soldado Matan Abergil les salvó la vida, saltando sobre ellos para absorber la fuerza de una granada que había sido lanzada dentro de su vehículo blindado de transporte de personal. Además, Tali Hadad, madre de seis niños, condujo de un lado a otro, para llevar a 13 heridos al centro médico de emergencia de Ofakim, cuando la ciudad estaba bajo ataque.
¿Qué pasa por la mente de la gente que arriesga su propia vida por el bien de los demás?
Simplemente piensan que hacen lo correcto. Sienten que salvar a otros es una acción buena y correcta en ese momento y, ese sentimiento les da la fuerza necesaria.
Es impresionante porque va en contra del instinto de supervivencia. Sin embargo, tenemos la inclinación a poner la vida en riesgo, por el bien de los demás. Instintivamente, somos como animales (el reino animal tiene muchos ejemplos de autosacrificio) y estos actos para salvar a otros, demuestran que tenemos capacidades más allá del instinto básico de supervivencia.
De estos actos de valentía, deberíamos aprender que así deberíamos relacionarnos con los demás. Todos albergamos ese potencial. Es el potencial de dedicarnos totalmente al bien de los demás. Para crear una sociedad con vínculos fuertes de unidad, necesitamos despertar este potencial en nuestro corazón.
Uno de los problemas actuales en Israel, es que en momentos de emergencia circulan historias de valentía y autosacrificio, pero ¿dónde está el aprecio a estas cualidades en la vida cotidiana? En tiempos más tranquilos, ignoramos esas historias en favor de un discurso más divisivo y tomamos partido unos contra otros.
Sabemos que, en el principio, la unidad por encima de la división nos unió como nación y nada nos ayudará hasta que entendamos, en todo momento, que estamos en constante estado de emergencia hasta que logremos: “Amar al prójimo como a nosotros mismos”. Necesitamos alcanzar un estado en el que, constantemente tengamos conexiones positivas, de apoyo, cuidado y amor por encima de todas nuestras inclinaciones divisivas. Cuando lo hagamos, veremos que los conflictos mundiales disminuyen y que se abre un mundo nuevo, armónico y pacífico.
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