El Sueño Americano está muerto y enterrado. Todo lo que queda son casas destruidas por tormentas, cenizas humeantes de pueblos incendiados, familias asustadas en el centro de las ciudades, donde los disparos son rutina y el virus se propaga sin control. La prensa libre, el activo más preciado de Estados Unidos, fue comprada por magnates que infunden su agenda política en cada línea de cada historia y en cada fotograma de cada clip, hasta el punto de que no hay información honesta en el país que solía ser líder del mundo libre. No es sólo que desapareció el sueño de una casa en los suburbios con valla alrededor del jardín, es el estilo de vida que lo acompaña. EUA se está despedazando; por dentro, el odio y por fuera, la naturaleza. Y no pasará mucho tiempo antes de que la ira se vuelva contra los judíos. Ya comenzó, pronto se volverá letal.
Estados Unidos es la capital del ego, donde se santifica la propiedad privada y se venera el individualismo. Es un país que consagró el derecho propio y ahora lidia con su aborrecible progenie: alienación, aislamiento, soledad y depresión. Y los judíos serán considerados los instigadores de esta agonía.
A lo largo de la historia, se ha culpado a los judíos del sufrimiento de las naciones, incluso donde no hay judíos, se les culpa por todos los problemas. Es ley natural culparlos por cada desgracia y Estados Unidos no está por encima de la ley natural.
El ingenio y la agudeza mental del judío, le dio al mundo innumerables regalos, de los que todos disfrutan y por los que no se les agradece. Los judíos también le dieron al mundo un presente que rechaza inequívocamente, pues no ve el beneficio en: amar a los demás. Cuando se formó el pueblo judío, al pie del monte Sinaí, se convirtió en nación hasta que acordaron unirse «como un hombre con un corazón».
Inmediatamente después, se les encomendó la tarea de transmitir esa unidad al mundo y ser «luz para las naciones«. A menos que los judíos se unan una vez más y den ejemplo de la luz de unidad, el mundo no elegirá unirse, habrá violencia una y otra vez. Y en el proceso, culpará a los judíos por causar la aniquilación y los castigará en consecuencia.
Los judíos de Estados Unidos están divididos internamente, rivalizan con Israel y muestran con orgullo su conflicto. Muchos piensan que sus expresiones de aversión hacia otros judíos, los presentan como ilustrados o los retratan como sensibles a las injusticias sociales. Pero, en realidad, sólo aumenta el odio hacia ellos que ya está en aumento. Cuando el dique se rompa y comience la inundación, nadie se salvará.
Pero no hay motivo para desesperarse; el camino hacia la felicidad está pavimentado y despejado: únanse y sus enemigos más feroces se convertirán en sus mayores partidarios. El mundo necesita unidad más que nunca, pero no lo sabrá hasta que alguien lo lleve en esa dirección. Los únicos que pueden hacerlo son los judíos. Si se unen, enviarán la señal clara de que ese es el camino y el mundo lo seguirá.
Los judíos son obstinados; tengo pocas esperanzas de que me escuchen. No escucharon en la década de 1930, cuando algunos judíos los invitaron a unirse. Espero que lo hagan hoy.
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