Amor, odio y todo lo que hay en medio. Así se divide nuestro mundo. Cuando odiamos o amamos, en nuestro cuerpo se producen procesos fisiológicos similares, cambios en el ritmo cardíaco, presión arterial, tensión muscular, secreción de ácidos y hormonas; sólo un pequeño punto en el cerebro distingue si lo que sentimos es una actitud de odio o una actitud de amor, ¿qué es exactamente lo que hay que cambiar en nosotros, para que el mundo sea menos terrible y más amable y cariñoso con nosotros?
La cura comienza con el diagnóstico. Nuestro gestor interno es el deseo de recibir placer y satisfacción, el deseo de disfrutar. Cuando disfruto al ver a alguien, es porque siento amor hacia esa persona y también me alegra su alegría. Si la odio, me molesta. Esta es la verdad, por muy desagradable que suene y sin importar si somos o no conscientes de nuestra actitud. Por otra parte, cuando veo sufrir a un ser querido, comparto su pena, pero si odio al que sufre, me alegro y considero que merece ese sufrimiento.
De aquí podemos concluir que no es la situación que está ante nosotros la que determina si disfrutamos o sufrimos, sino nuestra actitud hacia los que nos rodean.
Si pudiera penetrar en mí mismo y cambiar mis definiciones más íntimas, para que mi actitud hacia los que me rodean sea una actitud amorosa, toda mi visión del mundo y mi experiencia de la realidad cambiarían. La gente, el mundo, todo me parecería un verdadero paraíso.
«Juzgamos a los demás según nuestros propios defectos», dicen los sabios. Lo que veo en el mundo que me rodea es una copia de mi estado interior, una proyección, como una película en 3D de lo que se esconde en mi interior. No existe la llamada forma «objetivamente definida» de nosotros mismos. La forma del mundo se representa ante mí según mi estructura interior, según mis deseos, intereses e intenciones. En consecuencia, si pudiera corregir de algún modo los defectos que hay en mí, es decir, mi actitud hacia todos y todo lo que me rodea, el mundo también me parecería más corregido.
En la naturaleza hay una cualidad de otorgamiento y amor que lo llena todo, pero actualmente no la percibimos porque somos opuestos a ella, existimos en un estado egoísta que constantemente persigue el beneficio propio. Mientras más nos asemejemos a la naturaleza y desarrollemos sus atributos de cuidado y reciprocidad, más percibiremos su verdadera forma y revelaremos la bondad que hay detrás de cada aspecto de la vida.
Cambiar mi experiencia de la realidad, no es cuestión de convencerme a nivel psicológico ni de decirme a mí mismo que no hay nada malo en el mundo, sino de cambiar la perspectiva desde la que se construye mi experiencia de la realidad.
La esencia de la corrección implica renovar ese gestor interno que me activa desde el nacimiento, llamado deseo de recibir. El deseo egoísta natural de recibir placer y disfrutar del entorno, debe ser sustituido por el deseo altruista y sobrenatural de influir positivamente en lo que me rodea. La sabiduría de la Cabalá, con estudio y prácticas en grupo, es el método que hace posible esta transición esencial. Gradualmente, paso a paso, con experimentación y control, esta corrección transforma mi actitud de odio en amor, pinta en mi visión un mundo sin maldad, un mundo lleno de seres queridos. Cuando nos damos cuenta de que todo está en nuestras manos, vemos que es un anhelo innecesario, esperar que los demás cambien, para mejorar.
Como ejemplo: Cuando tengo odio hacia alguien, tengo que decirme a mí mismo que el problema no es la persona que tengo enfrente, sino el poder supremo de la naturaleza que me envía una invitación a conectarme con ella y en esa conexión, asemejarme a sus cualidades, aumentar el amor por encima de todo odio. Cuando consiga trabajar sobre mí mismo y corregir mi actitud hacia cada imagen de la realidad que se revele, veré que esos malos personajes que causaron tanto dolor desaparecen de repente y sólo quedan el amor y la plenitud.
Gracias,es de ayuda!