Los acontecimientos y procesos que agitan nuestro planeta están tan profundamente relacionados que sus causas principales convergen en una sola razón.
Desde 2008 el mundo ha sido golpeado con una crisis tras otra. Si tomamos cada una de ellas por separado, uno puede pensar que no hay ninguna relación entre la crisis financiera de 2008 y la “Primavera árabe” de 2011, por ejemplo, o entre el aumento del terrorismo islámico y el flujo de inmigrantes que inunda Europa y ahora también los EE.UU. Uno también podría pensar que la victoria de Donald J. Trump y el Brexit en Gran Bretaña no están vinculados, y que ambos acontecimientos no tienen nada que ver con los procesos descritos más arriba.
En efecto, despertar a la realidad nunca resulta fácil. Pero afortunadamente, la mayoría de la gente ya ve, o al menos siente, que los cambios que actualmente tienen lugar están todos conectados. La verdad, no obstante, es aún más impactante de lo que vemos en la superficie. Los acontecimientos y los procesos que agitan nuestro planeta están tan profundamente relacionados que sus causas fundamentales convergen en una sola razón.
La búsqueda de la libertad
Desde los albores de la historia, la humanidad ha ido evolucionando a través de varias etapas. No sin algunas fluctuaciones y discontinuidades, fuimos pasando de la esclavitud al feudalismo (con diferentes denominaciones según el lugar), y del feudalismo al capitalismo.
Ahora todo parece indicar estamos en el preludio de una nueva era. Como podemos deducir tras el surgimiento de fuerzas reaccionarias y nacionalistas en Europa y Estados Unidos, el régimen que sucederá al capitalismo será una forma de gobierno totalitario y fascista al estilo nazi.
Dicho sea de paso que el comunismo ruso, en mi opinión, no formó parte de la corriente general de evolución socioeconómica humana, ya que no surgió de forma natural a partir del proceso de evolución humana, sino que fue impuesto a la nación rusa. En cierto sentido, se saltaron el capitalismo trasladándose directamente a un régimen totalitario al que llamaron –qué ironía– “comunismo”.
El motor detrás de cada etapa de desarrollo fue el deseo de libertad y justicia. Cuantas más personas sentían que merecían ser tratados como seres humanos dignos y no como objetos, más liberal era el sistema económico que se implantaba. Los seres humanos siempre han sido egocéntricos, pero en algún momento de nuestra evolución social, el ego se ha intensificado hasta tal punto que nuestra noción de libertad personal se ha convertido en un sentimiento de privilegio personal. Comenzamos a sentir que lo merecemos todo, incluso a explotar a los demás, si con ello podemos salirnos con la nuestra. Y de ese modo comenzó la era en que vivimos: la era del egoísmo.
La generación del yo, yo, yo
En esta nueva era, la mayoría de la población muestra al menos varios síntomas de narcisismo patológico. Las personas del mundo entero han glorificado las propiedades como único indicador para medir el valor de las personas. La gente centra su mirada en los smartphones con la esperanza de evitar el contacto visual con extraños. Y por todo el mundo la gente se siente sola y deprimida.
El aislamiento está alejando a las personas y comunidades llevándonos al odio y al sectarismo. Por ejemplo, en los Estados Unidos, tras las elecciones, las divisiones dentro de la sociedad americana se han acentuado hasta el punto de que, según The New York Times, los votantes de Clinton se negaron a celebrar el Día de Acción de Gracias con parientes –incluso de primer grado– que votaron por Trump.
De hecho, cuando el liberalismo se convierte en sinónimo de desacuerdo y separación, y el neoliberalismo se convierte en un eufemismo del capitalismo explotador, uno se da cuenta de que el cambio es inminente. Hemos llegado todo lo lejos que el ego puede llevarnos. A partir de ahora debemos encontrar una nueva forma de desarrollo, o nos precipitaremos cuesta abajo sin ningún tipo de frenos.
El sistema de las dos fuerzas en la naturaleza
A pesar del apocalíptico cuadro que acabamos de describir, no hay por qué caer cuesta abajo; no hay ninguna ley que lo ordene. Hay una vía que todo el tiempo ha estado esperando a que miremos en su dirección. Mientras tuvimos la convicción de que la vía del ego nos llevaría adonde quisiéramos, no había razón para buscar en otro lugar. Ahora que las cosas han cambiado, entre la niebla se adivina otro camino.
Si observamos de cerca la naturaleza, veremos que podemos satisfacernos aplicando un paradigma completamente diferente: un paradigma que no incita su propia extinción, sino que garantiza nuestra continuidad y prosperidad. Salvo los seres humanos, toda la realidad se basa en una interacción equilibrada entre dos fuerzas: positiva y negativa. Estas fuerzas se manifiestan como dar y recibir, conectar y desconectar, inhalar y exhalar, el día y la noche, y todos los contrarios que se complementan. Nuestro universo no existiría sin este equilibrio; y tampoco nosotros. Al explotar a los demás y buscar exclusivamente la auto-gratificación únicamente estamos usando la fuerza negativa, desaprovechando la inmensa fuerza que conecta a los átomos para convertirse en moléculas, células en órganos y seres humanos en sociedades. Si fuéramos capaces de aprovechar las posibilidades que ofrece la fuerza positiva, revelaríamos un nuevo mundo de interacciones y oportunidades que son inimaginables para nosotros; hasta que las descubramos.
Y lo que es mejor: cuando comprendamos la naturaleza de la fuerza positiva, veremos que no necesitamos cambiar nada en nuestras vidas para descubrirla y trabajar con ella. Lo único que tenemos que hacer es ampliar nuestros límites. En vez de percibirnos como seres humanos aislados abriéndonos camino en la vida con nuestro yo solitario, podemos vernos cada uno como parte de un sistema humano compuesto por personas que se cuidan unas a otras, como las células cuidan el organismo que juntas componen. Del mismo modo que las células tienen una inclinación hacia las demás y unas a otras se proveen de oxígeno para respirar y nutrientes para alimentarse, una sociedad de seres humanos conectados así haría que la vida de cada individuo dentro de ella fuera llevadera y alegre. Si todo un país funcionara de tal manera, se convertiría en el paraíso en la Tierra.
10.000 personas que cuidan de ti
En una columna anterior, describí el inmenso impacto que tendría introducir la fuerza positiva en la sociedad, aunque solamente sea durante una breve sesión, demostrando que puede acercar a los enemigos más acérrimos. En esta sección, me gustaría detallar los beneficios de incorporar esta fuerza en nuestras vidas.
En mi última columna, he dado el ejemplo de cómo funciona un receptor de radio para sintonizar las frecuencias de las emisoras que queremos escuchar. En pocas palabras, para recibir una emisora, tenemos que crear dentro del aparato de radio la misma frecuencia en que la emisora está emitiendo; de ese modo la radio puede captar esa frecuencia y reproducir lo que se emita.
La fuerza positiva es una fuerza de conexión. Y por esta razón lo conecta todo: partículas dentro de los átomos, átomos dentro de las moléculas, moléculas dentro de las células y así sucesivamente. Cuando pensamos exclusivamente en modo “yo”, estamos impidiendo que podamos disfrutar de los beneficios pensando en modo “nosotros”. Los Círculos de Conexión que aparecen en los enlaces anteriores generan una conexión especial entre las personas que “está en sintonía” con la fuerza positiva de conexión, del mismo modo que una frecuencia dentro de una radio sintoniza con una frecuencia en el exterior. La consecuencia es que la fuerza positiva comienza a repercutir en los participantes. Y por eso, súbitamente, se sienten conectados, provocando que incluso árabes y judíos se sientan parte de una gran familia.
Para sacar partido a la fuerza positiva no necesitamos dejar de preocuparnos por nosotros mismos. Al contrario, necesitamos expandirnos e “incluir” a otros en nuestro campo de visión, por así decirlo. Cuando veamos a la sociedad como una extensión de nosotros mismos –y a nosotros mismos como una parte de la sociedad– nuestra percepción de la realidad se expandirá y abarcará todo lo que nos rodea. Si este cambio ocurriera en una comunidad de, por ejemplo, 10.000 personas, de repente tendrías 10.000 personas preocupadas por tu bienestar. Cuidar de la comunidad se convertiría en algo sencillo para ti: sería tu preocupación por los demás frente a otros 10.000 que se preocupan por ti.
La relación entre nuestros esfuerzos hacia la sociedad comparados con los esfuerzos de la sociedad hacia nosotros resulta tan abrumadoramente a favor de la sociedad que literalmente nos liberaría de la preocupación por nosotros mismos. Es más, nos liberaríamos de las enormes cantidades de energía que actualmente invertimos para protegernos de los daños físicos y emocionales en el trabajo, con nuestros conocidos, e incluso con la familia, y podríamos emplearla en lo que deseáramos. En conclusión, seríamos capaces de desplegar todo nuestro potencial sin preocuparnos del fracaso o el ridículo.
En una sociedad que utiliza la fuerza positiva, no hay necesidad de trabajar en el sentido que actualmente conocemos. Hoy en día, la robótica y la automatización ya pueden hacer prácticamente todo por nosotros. En un futuro próximo, el trabajo humano se convertirá en una carga para la eficacia productiva. Y eso nos liberará para centrarnos en una nueva ocupación: generar la fuerza positiva.
Al igual que cualquier nueva tecnología, cabe esperar que las tecnologías diseñadas para “recolectar” la fuerza de conexión mejoren cuanto más las usemos, minimizando nuestros esfuerzos de conexión y maximizando los beneficios derivados de ella. El tiempo del que vamos a disponer con la “desaparición” del trabajo y la mejora de nuestras técnicas de conexión se empleará para difundir las tecnologías por todo el mundo y optimizar las habilidades personales y las aficiones.
Con un renovado sentido de propósito en la vida y una visión expansiva de nuestra existencia, la depresión desaparecerá y todas las dolencias relacionadas con ella se desvanecerán. Obviamente, lo mismo ocurrirá con la guerra y las hostilidades; cuando la gente quiere conectarse no tiene ningún deseo de pelear.
En la actualidad, el futuro de la humanidad se presenta bastante sombrío. No obstante, esto es así solo para que descubramos que hay otra vía. Una vía que conduce a nuevos horizontes que nunca antes pudimos imaginar, pero que son muy, muy reales.