Presidente de los Estados Unidos Donald J. Trump en CPAC 2017 Crédito: Michael Vadon
Los últimos ataques terroristas demuestran que el presidente Trump no va desencaminado. Pero si quiere que América sea grande de nuevo, tendrá que implementar la siguiente etapa del “America First”: unir los Estados Unidos.
Pese a la controversia sobre si el presidente Trump debía haber consultado al Congreso antes de lanzar el ataque con misiles del abril 7 en la base aérea siria de Shayrat, cuyos aviones tres días antes habían lanzado, al parecer, bombas de gas sarín sobre la población civil, la impresión general es que una respuesta militar era necesaria.
Hace dos meses, Carl Bildt, ex primer ministro sueco, se burló del presidente ante la insinuación de Trump de que hubiera un ataque terrorista en Suecia perpetrado por inmigrantes. Sr. Bildt twitteó: “¿Suecia? ¿Ataque terrorista? ¿Qué ha estado fumando?”. Dos meses después, el actual primer ministro sueco declaró que Suecia “nunca volverá” la época de inmigración masiva después de que un inmigrante ilegal matara a cuatro personas e hiriera a otras quince en un ataque con un camión en el centro de Estocolmo.
Tras meses de burla hacia las declaraciones de Trump sobre el espionaje de la administración Obama a él y sus asesores antes de las elecciones, Eli Lake de Bloomberg ha revelado que eso es precisamente lo que hizo Susan Rice, ex asesora de seguridad nacional de Barack Obama. En mi opinión, el presidente Trump ha demostrado que, al menos, se merece la oportunidad de poder dirigir el país, como dijo el ex vicepresidente Joe Biden el mes pasado.
A dónde ir de aquí en adelante
A pesar de los persistentes intentos de algunos como la CNN o The New York Times para desacreditar al presidente Trump, y a pesar de los individuos de alto rango dentro del Partido Republicano que parecen actuar como una quinta columna, Trump debe seguir adelante con su agenda y llevar al país al siguiente nivel. Y con “siguiente nivel” quiero decir fortalecer, unir y fusionar la sociedad americana en un todo indiviso. Esta es su principal obligación para con su pueblo como presidente de los Estados Unidos, y nada de lo que pueda hacer le granjeará más respeto por parte del pueblo estadounidense.
La era de Obama fue uno de los períodos más divisorios para Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, o incluso más atrás. Las fisuras que Donald Trump sacó a la luz con el mero hecho de su elección han estado forjándose durante décadas. Trump no las creó, pero su elección las sacó a luz. En toda la sociedad estadounidense, está teniendo lugar un acelerado proceso de marginación, y el centro se está evaporando rápidamente en ambos lados del mapa político. Trump ha llegado al poder en lo que podría ser la última oportunidad para que América se unifique en una sociedad con una agenda común, unos objetivos comunes y un acuerdo conjunto sobre lo beneficioso para los Estados Unidos. Si fracasa, el próximo presidente tendrá que enfrentar problemas como estados que se declaran políticamente independientes del gobierno central, violentos enfrentamientos entre policías y civiles y otros problemas más propios de los países del Tercer Mundo que del país líder del mundo libre.
El hecho de que Trump haya sido elegido demuestra que, pese a los intentos de los medios de dibujar una imagen diferente, el pueblo estadounidense lo apoya en gran medida. Al igual que durante las elecciones, cuando supo estar por encima de los medios de comunicación y se dirigió directamente al pueblo estadounidense, ahora como presidente, puede hacerlo de manera aún más eficaz. Medidas como promover las “universidades tradicionalmente negras, un impulso muy esperado en un intento de destacar frente a sus predecesores, incluyendo al primer presidente afroamericano de la nación” pueden hacerle ganar puntos y suponen un paso en la dirección correcta. Sin embargo, de no formar parte de una estrategia de conexión, no producirán el efecto deseado.
Uno de los principales activos del presidente es su enfoque empresarial a la hora de gobernar. Está dispuesto a hacer cambios tanto en la política como en el personal. Al hilo del tema que nos ocupa, yo sugeriría a Trump que buscara para conformar su gabinete a personas comprometidas con la conexión de la totalidad del pueblo estadounidense, en lugar de promover una agenda política específica o una determinada política sectorial.
Los retos actuales de la sociedad estadounidense son realmente difíciles pero un enfoque proactivo puede conseguir grandes logros. El gobierno no debería considerar los problemas como crisis aisladas sino como indicadores de la desunión en la sociedad. Las tensiones entre la policía y las comunidades afroamericanas, las cuestiones del colectivo LGTB, las crecientes brechas económicas y la reducción de la clase media ponen de relieve la falta de solidaridad mutua y la ausencia de un sentimiento de interconexión e interdependencia en la sociedad. El modelo de trabajo a adoptar debería asemejarse al de una familia bien avenida: hay que priorizar, pero sin olvidar a ningún miembro de la familia. Si Trump es capaz de tratar al pueblo estadounidense del mismo modo que una familia unida trata a todos sus miembros, sin duda Estados Unidos volverá a ser una gran nación.
Trump puede sentar un precedente único
Hay otro elemento que el presidente debe tratar de utilizar. Al igual que cualquier administración en las últimas décadas, la de Donald Trump está llena de judíos en los puestos clave. Es una creencia muy extendida que los judíos utilizan el poder financiero para abrirse camino a puestos más altos en la administración. Sin embargo, considerar su éxito como una mera consecuencia de su patrimonio trae confusión con respecto al punto fuerte de los judíos. Los judíos están en lo más alto principalmente porque son grandes conectores, lo que los convierte en figuras clave para el funcionamiento de cada sistema. En muchos sentidos, los judíos son como un punto de conexión, mediadores que ayudan a conectar a la gente para producir el resultado deseado. El problema es que cada administración utiliza a los judíos para promover su propia agenda. Trump establecería un precedente si los usa para promover un plan de unidad en toda América. Y el mundo entero se beneficiaría de ello.
Hay una buena razón por la que los judíos destacan en lo que a conectar a la gente se refiere. El pueblo judío es la única nación del mundo que tiene una fecha de aniversario oficial. Según la Torá, después de haber cumplido el requisito previo de unirse “como un solo hombre con un solo corazón, se produjo el nacimiento del pueblo judío, el día 6 del mes hebreo de Siván del año 2488 en el calendario hebreo (1272 a.C.)”. A partir de ese momento, el ascenso o el desplome del pueblo judío iría vinculado a su nivel de adhesión al principio de la unidad.
Durante siglos, los judíos se enfrentaron a innumerables contiendas y conflictos internos. Pero los superaron aplicando la ley que el rey Salomón enunció sucintamente: “El odio agita la contienda y el amor cubre todas las transgresiones” (Proverbios 10:12). En algún momento de los albores de nuestra era contemporánea, perdieron su capacidad para superar su partidismo y desunión. En consecuencia, el distanciamiento entre ellos se convirtió en un odio tal, que sobre ellos acaeció el exilio de la tierra de Israel y la destrucción del Templo.
Los judíos siguieron siendo expertos en conexión, pero dado que ya no querían conectar a la nación “como un solo hombre con un solo corazón”, empezaron a emplear esa habilidad que habían perfeccionado durante siglos para favorecer exclusivamente los intereses de su círculo íntimo. Y puesto que el éxito político requiere de buenas conexiones con el fin de allanar el camino a la cima, los políticos siempre han colocado a varios judíos cerca de sí como asesores. La posición incluso tiene oficialmente un nombre peyorativo: el “judío cortesano”. Aunque ha estado más frecuentemente ligado a préstamos monetarios y a la actividad bancaria, el término también tiene mucho que ver con la política. Recientemente, Jonathan Levi de Forward Magazine preguntó: “¿Es Jared Kushner el “judío cortesano” de la corte de Donald Trump?”. Por descontado que no es dinero lo que el presidente Trump necesita de Kushner. El presidente siente que necesita a Kushner precisamente donde lo tiene, como un “asesor jefe”.
Hacer grande a América de nuevo
Si Trump realmente quiere cumplir la promesa de hacer que América sea grande de nuevo, tendrá que adoptar una posición distinta a la de todos sus predecesores. Esto también requiere que los judíos en su administración funcionen de manera diferente que con anterioridad. Para que América vuelva a ser grande, debe ser una nación unida. Trump necesita exigir a los judíos que faciliten las conexiones y el entendimiento entre ambos lados del mapa político, y que posteriormente extiendan esa armonía al resto del pueblo estadounidense.
Si los judíos en puestos clave a ambos lados del mapa político instauran la confianza y la responsabilidad mutua entre ellos, esto le facilitará al presidente la reconciliación con el Partido Demócrata y establecer un gobierno que goce del pleno apoyo del Congreso. Cuanto más se demore Trump, más difícil será actuar. Las fuerzas divisorias como Barack Obama, John McCain o Bernie Sanders se harán más fuertes gracias al incesante apoyo de los medios de comunicación neoliberales, lo que incluye a prácticamente todos los principales medios de comunicación y también, en cierta medida, Fox News.
En general, los consejeros indican a un gobernante qué camino adoptar y qué táctica emplear en una determinada situación. Pero Donald Trump no es un presidente como los demás. Como hombre de negocios, entiende que para obtener resultados hay que poner en práctica las cosas. Es un líder y determinará de qué manera desea que le ayuden sus asesores. Si es inteligente, les pedirá que elaboren una hoja de ruta que lleve desde la actual situación de partidismo a otra de confianza, cooperación y, finalmente, a la cohesión de la sociedad estadounidense y el sistema político.
Esto no solamente permitirá que América sea grande, sino que también sea un modelo a seguir por todas las demás naciones, “una luz para las naciones” por así decirlo. La implementación de un plan de esta naturaleza revertirá la negativa trayectoria global y es un seguro para nuestro futuro, el de nuestros hijos y el de los hijos de nuestros hijos.