Es difícil saber cuántos trabajadores migrantes murieron en Qatar, construyendo los estadios de fútbol para los partidos de la Copa del Mundo 2022, pero las dos cifras populares son 6.500 y 15.000. De cualquier manera, a nadie le importa.
Además del asombroso número de muertes, por dos semanas de entretenimiento (si te gusta ver fútbol), hay rumores persistentes de que Qatar compró su camino para ganar la decisión de ser anfitrión del Mundial de este año. Bueno, tampoco nada nuevo. No hemos cambiado desde la antigüedad, cuando la gente era comida para leones ante multitudes que vitoreaban o cuando luchaba contra bestias para deleite de la audiencia. De hecho, somos peores. ¿Por qué debería importarle a alguien si miles mueren construyendo salas de entretenimiento modernas?
Reconozco que no soy fanático del fútbol. A mi maestro Rabash, tampoco le gustaba, pero respetaba que da alegría a la gente. Puedo entenderlo y respetarlo. También creo que si asistiera a un partido y me sentara entre fanáticos que vitorean, podría terminar gritando a todo pulmón y apoyando al equipo que apoya la gente que me rodea.
Aun así, no siento deseo de hacerlo. Y más que lamentar la pérdida de vidas, lamento la total apatía con la que la humanidad lo acepta. La apatía provoca mucho más que la muerte de miles de trabajadores de la construcción; causa brutalidad, contaminación, guerra, explotación y todos los males que los humanos infligen a otros y al planeta.
Espero que mientras la gente celebra el fútbol, al menos piense menos en matar a otro, pero no estoy seguro de que suceda.
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