Escuché que algunos israelíes están contentos con la disputa entre Líbano y Arabia Saudita y que éste último, junto con algunos de sus aliados del Golfo, llamaron a consulta a sus embajadores en Beirut. Puedo entender los sentimientos de esos israelíes. Pues, el Líbano ha sido anfitrión de Hezbollah durante décadas y los territorios libaneses se convirtieron, durante mucho tiempo, en una «plataforma de lanzamiento» para las operaciones contra Israel. Sin embargo, creo que, a largo plazo, nuestra relación con el Líbano y con el mundo árabe en general, depende más de las relaciones entre nosotros, que con otras naciones.
El primer paso para lograr la paz con el mundo árabe, es lograr paz entre los judíos dentro de Israel. En este momento, estamos tan divididos que somos la burla a los ojos del mundo entero, no sólo del mundo árabe. ¿Cómo puede una nación que nunca deja de luchar dentro de sí misma, hacer las paces con otras naciones? Es claro que no puede. Por lo tanto, para ganarnos el respeto del mundo árabe y ser considerados como una entidad a tener en cuenta, debemos convertirnos en una nación fuerte y uniforme.
Una vez que logremos el paso uno, el paso dos será mucho más fácil. Entre los israelíes, a los árabes se les suele llamar «primos». No es un término cínico ni despectivo en absoluto. Los judíos nunca olvidan que las dos religiones tienen el mismo padre y que Isaac e Ismael eran hermanos. Abraham los amaba a ambos y también nosotros, sus descendientes, debemos amarnos como familia.
Por eso, una vez que nosotros, los judíos, hagamos las paces como hermanos, debemos extender nuestra mano en paz y abrir nuestro corazón a nuestros familiares.
Este paso supondrá un proceso de acercamiento, donde podremos conocernos cada vez mejor. Todos conoceremos la cultura, el idioma y las costumbres de los demás, hasta el punto en que realmente nos sintamos como miembros iguales de una sola familia.
Por el momento, es evidente que necesitamos protección militar contra quienes intentan destruirnos. Pero no debemos confiar en las armas, sino en la cercanía de los corazones. Si primero nos enfocamos en nuestra unidad interna e inmediatamente después, vamos en paz con nuestros vecinos árabes, no tengo ninguna duda de que las dos naciones se convertirán en un modelo a seguir para el mundo.
¡Perfecto! Todo en su lugar