El conflicto en Ucrania no es un conflicto normal entre dos naciones. Es una crisis muy profunda que se origina en un lugar muy especial del alma humana común. Es un punto sensible de la humanidad y podemos ver que tiene impacto poderoso en todos.
No resolveremos esta crisis con medidas diplomáticas. En el mejor de los casos, la calmaremos por un tiempo, pero después estallará con más violencia. Tampoco pondremos fin al conflicto si una de las partes supera a la otra; nadie va a capitular y el fuego seguirá ardiendo por debajo, hasta que vuelva a explotar.
Lo único que debemos hacer para resolver la crisis es aumentar la importancia de ser complementarios, la importancia de la necesidad de unir los corazones de los miembros de las naciones rivales, por encima de la enemistad. Para ser claros, si sólo deseamos que la guerra termine, no lo hará; necesitamos querer que la separación entre nosotros termine. Necesitamos querer sentir el corazón del otro y entre otros muchos beneficios, también silenciará los cañones que rugen.
Estamos en una situación muy difícil, muy traicionera. No debemos esfumar las cosas ni tratar de encubrirlas. La táctica y el artificio político no resolverán la crisis. La única solución es hacer un esfuerzo por acercar los corazones de la gente, por encima y a pesar del odio que estalla. De lo contrario, no habrá solución al conflicto, sólo se intensificará y arrastrará a más países y todos sabemos lo que eso significa.
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