Una enorme y espesa nube gris cubre el planeta y no hay señales de que desaparezca pronto. Así se siente la gente después de tantos meses de que la Covid-19 golpeara nuestra vida. La humanidad no ve en el horizonte una salida y comienza a sentirse cansada, agotada y ahogada en pensamientos negativos sobre lo que podría venir. Nuestras perspectivas sobre el futuro son inciertas y el desconcierto se convirtió en caldo de cultivo para la desesperación y la depresión. Toda esta oscuridad podría cambiar rápidamente si pudiéramos descubrir la fuente del placer duradero que la crisis actual nos lleva a revelar.
La pandemia causó trastornos críticos en los servicios de salud mental en el 93% de los países del mundo, según la Organización Mundial de la Salud, la demanda de apoyo psicológico aumentó drásticamente. Mientras tanto, los científicos advierten lo que parece ser una inminente nueva ola de coronavirus en el próximo invierno, combinada con la temporada de gripe. Estamos empezando a comprender que las restricciones de estilo de vida van a permanecer con nosotros durante mucho tiempo, al menos hasta que se encuentre una vacuna probada e incluso entonces, no habrá certeza absoluta sobre su eficacia, pues pueden surgir nuevas mutaciones del virus. Nuestra situación está cambiando la forma en la que percibimos y enfocamos nuestra vida.
Algunos tratan de mantener cierta sensación de normalidad, van a trabajar -si es que tienen la suerte de tener trabajo- e incluyen en su programa diario, ejercicio para mantenerse en forma y saludables. Pero en el fondo, la alegría y el entusiasmo por la vida se desvaneció. La angustia interna causada por la crisis provoca apatía y amargura.
La búsqueda de aspiraciones materiales perdió gran parte de la relevancia que tenía en el pasado, cuando ansiábamos poder, dinero y estatus. Ahora, la locura de la competencia interminable y la búsqueda continua de placer son preocupaciones secundarias. Y como la vida ya no ofrece un propósito claro, la gente se siente dominada por la fatiga. Algunos luchan por salir de la cama, cayeron en depresión e impotencia, mientras que otros reaccionan con arrebatos de ira contra restricciones, cierres y medidas preventivas relacionadas con la pandemia.
Estas manifestaciones reflejan falta de perspectiva en el futuro, no vemos compensación por el sufrimiento al que nos enfrentamos. Subconscientemente, la humanidad se pregunta: «¿Por qué tenemos que soportar esta situación? ¿con qué propósito?» La naturaleza señala precisamente lo que la humanidad debe cambiar. Nos revela que la forma en que hemos vivido hasta ahora, estimulada por impulsos egoístas y acciones en beneficio propio, ya no es posible. El mundo revela cada vez más que es un sistema complejo y mecánico, de ruedas dentadas, en el que sólo podemos garantizar su buen funcionamiento si buscamos cómo enlazar los engranajes complementarios y correctos de todos sus elementos.
Por lo tanto, necesitamos adaptarnos a nuestra nueva realidad. No tenemos control sobre el virus, pero sí sobre la forma en que manejamos sus consecuencias como sociedad humana.
Por eso, debemos ayudarnos mutuamente a mantenernos a flote durante la tormenta del coronavirus. Es imperativo encontrar maneras de combatir el estado de desesperación general y organizar sistemas de apoyo que fortalezcan a los individuos para evitar que caigan en el abandono. Mientras más invirtamos en el bienestar general, más podremos salvaguardar la atención y el buen espíritu de la sociedad. Todos los países del mundo deberían hacer todos los esfuerzos posibles para que las comunidades sean más cohesivas, que nadie se quede solo, que todos cuenten con el apoyo de un grupo como red de seguridad, con empleo y con la opción de hacer actividades físicas y sociales, como juegos en grupo, música y deportes.
Podemos lograr la cohesión deseada en nuestra sociedad, haciendo un cambio fundamental en nuestros valores: de competitivos, individualistas y egoístas a cooperativos, conectados y altruistas. Cuando nuestro deseo de disfrutar se reoriente, cuando dejemos de aspirar a ganar individualmente y empecemos a aspirar a satisfacer a los demás, encontraremos la clave de una felicidad sin límites, porque nos liberaremos de nuestra esclavizante auto preocupación. Cuando nos conectemos positiva y mutuamente, disiparemos la nube que oscurece la atmósfera actual y transformaremos el clima a una realidad soleada y brillante.
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