Poco después de que terminó la Segunda Guerra Mundial, con las trágicas explosiones de bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, el padre de mi maestro, el gran pensador y principal cabalista del siglo XX, Baal HaSulam, escribió lo que luego se conocería como “Los escritos de la última generación”. No pretendía decir que se acercaba el fin del mundo, sino que el mundo que conocemos estaba muriendo y nacería uno nuevo. Pero, los dolores del parto pueden ser terribles o no tan terribles y nosotros, los humanos, podemos determinar cómo los pasamos. Baal HaSulam llamó a estas dos opciones “el camino de la luz” y “el camino del sufrimiento”.
En esos escritos, Baal HaSulam destaca que con la tecnología, la humanidad “inventó las bombas atómicas y de hidrógeno” y “si la ruina total que están destinadas a traer sobre el mundo, aún no es evidente, podemos esperar una tercera o una cuarta guerra mundial. Las bombas harán lo suyo y las reliquias que queden después de la ruina, no tendrán más remedio que tomar un trabajo donde ni los individuos ni las naciones trabajen para sí, más de lo necesario para su sustento, todo lo demás, será en bien de la sociedad”.
La guerra en Ucrania, no es entre Rusia y Ucrania; es un choque entre las dos mitades del mundo. Está remodelando las relaciones y alianzas internacionales, entre Oriente y Occidente, entre países y naciones. Esta guerra está transformando nuestra visión de la creación y de la vida. Aún no descendemos hasta el fondo, pero cuando subamos desde el nadir, encontraremos que el mundo cambió dramáticamente. Nunca volverá el mundo que era antes. Porque hoy, todo es global, las guerras también lo son. Por eso, hoy la predicción de Baal HaSulam parece muy real.
En la trayectoria actual, el único resultado que veo es que se cumplan sus palabras. La única forma en que podemos evitar una guerra mundial nuclear. es seguir su consejo y pensar en el bien de los demás y no en el nuestro, aunque nos disguste la idea.
De hecho, la guerra externa es el reflejo de la guerra interna. Cada guerra, desde disputas domésticas hasta guerras mundiales, es un choque de egos. El ego quiere control, ser superior. Solnick & Hemenway en su libro Fitting In and Getting Happy: How Conformity to Societal Norms Affects (Ajustarse y ser feliz: cómo nos afecta estar conformes con las normas sociales) citan un estudio donde más de la mitad de los participantes, prefirieron vivir en una sociedad y ganar $50,000 por año, cuando otros ganan $25,000 y no en una sociedad donde ganan $100,000 pero otros ganan 200,000. La autora, profesora de psicología social de la Universidad de Tilburg (Países Bajos) Olga Stavrova concluyó: “La gente no desea tener mucho de un determinado bien, lo que más desea es tener más que otros de ese bien”.
Por muy dolorosa que pueda ser la situación actual en Ucrania y, es muy dolorosa, no deja de ser un choque de egos. Necesitamos entender que, para resolver esta crisis y cualquier otra crisis, debemos vernos a nosotros mismos desde un lado y desconectarnos por un momento de nuestro gran dolor personal, con el que simpatizo totalmente.
Si nos enfocamos sólo en tener razón, nunca terminarán las guerras. Nunca estaremos de acuerdo ni diremos: “Estoy equivocado, tú tienes razón”; el ego no nos dejará hacerlo. Por eso, buscar la justicia objetiva es inherentemente inútil; es elegir el camino del sufrimiento.
Pero, si por un minuto, dejamos de lado nuestras quejas y acordamos tomar un descanso en buscar saldar viejas cuentas, podremos comenzar a construir un futuro positivo. En ese estado, podremos concentrarnos en fomentar respeto mutuo y tal vez, incluso entendimiento mutuo por encima de muchas y profundas diferencias. Si persistimos en estos esfuerzos, será el inicio del camino de la luz.
Por el momento, no esperaría más que eso, pero al final, la humanidad no tendrá más remedio que volver a las palabras de Baal HaSulam y estar de acuerdo en que, el mejor camino para todos es el camino del cuidado y la responsabilidad mutuos. Si no queremos una Tercera Guerra Mundial, debemos aprender a cuidarnos. Podemos concluir: la guerra real está dentro de nosotros y la guerra externa es sólo un reflejo de nuestro odio furioso por los demás.
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