Un mes de odio ha caído sobre los judíos: esvásticas y grafiti despectivo a lo largo del territorio de los Estados Unidos, llamados antisemitas en todas las ciudades de Europa, tumbas profanadas en el Este de Europa, y el colmo: el ataque al rabino principal de Argentina. Estos son apenas unos ejemplos de decenas de casos informados por la prensa.
¿Cómo es posible que en el 2019 el antisemitismo arda en cualquier esquina y en todos los idiomas? ¿Cómo es posible que los judíos aun sean el pueblo más perseguido del mundo? ¿Cómo es que ese odio ardiente existe también en los argentinos, en los franceses, en los americanos y en los rusos? ¿Cómo puede ser que la brillante mente judía, capaz de lanzar naves a la luna y ganar premios Oscar, no pueda ganar al odio en su contra durante miles de años?
El problema principal del antisemitismo se encuentra en nuestra falta de concientización sobre la raíz del problema y por eso sus llamas vuelven a brotar una y otra vez, como brasa ardiente.
Desde siempre, los cabalistas han señalado la raíz del fenómeno y su solución. La renovación del antisemitismo en estos tiempos no es una sorpresa y no significa un fenómeno pasajero. La hostilidad antisemita en contra de los judíos es una expresión del sentimiento y la demanda incomprensible implantada en la humanidad, y por eso no es de extrañarse que se diga que “los judíos son los culpables de todo el mal en el mundo”. Aunque pocos enemigos de Israel pueden articular con precisión su reclamo, su fuerte demanda contra los judíos está viva y presente en el nivel más bajo de conciencia de toda persona.
Nosotros, los judíos, vivimos en una ilusión. Estamos seguros de que el odio proviene de la envidia que nos tienen. Somos más inteligentes, más exitosos, más creativos, dominamos los medios, los bancos y el comercio. Pero todo esto no son más que justificaciones superficiales que nosotros y también nuestros enemigos utilizan para tratar de entender.
Por esto escribió el Rav Yehuda Ashlag, Baal HaSulam, el más grande cabalista del siglo pasado: “Israel son los más odiados entre las naciones, ya sea por razones de religión, por razones de raza, por razones del capitalismo, por razones del comunismo, por razones del cosmopolitismo, etc. Pues el odio precede a todas las razones. Solo que cada uno soluciona su odio según su propia psicología”.
Los cabalistas describen el antisemitismo como una ley natural. Esta proviene de la relación interna y estrecha que existe entre Israel y las naciones del mundo. El pueblo judío está obligado, por su función, a trazar para el mundo el camino a la unión por encima de todas las diferencias. La unión humana es la única solución para todas las maldades del mundo y es hacia ella que la naturaleza dirige a la humanidad.
De esto es claro el pronóstico: el antisemitismo continuará y aumentará hasta que interioricemos e implementemos nuestra función en el mundo: servir de ejemplo de unión para el resto de las partes de la humanidad dividida. De ese modo seremos “luz de las naciones”, el ejemplo de una sociedad ejemplar que iluminará el camino a la unión para el mundo. Pues “la nación israelí fue fundada y formada como un pasaje a través del cual fluirán las chispas de purificación para todo el género humano en el mundo entero, hasta que puedan comprender el placer y la paz que se hallan en el corazón del amor al prójimo” (Baal HaSulam, artículo “Arvut”).
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