Como dijo Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, parece que la alianza de Israel con Estados Unidos es ahora, con la administración Trump, más fuerte que nunca. Los sentimientos de afinidad de Trump hacia Israel y las buenas relaciones con su primer ministro han dejado en evidencia las falacias de sus detractores. Y me alegro de ver, después de muchos años, que Israel ha vuelto a tener un verdadero aliado en la Casa Blanca.
Y hablando de mejorar las relaciones, Trump dijo que su administración está “impulsando de lleno” el proceso de paz en Oriente Próximo, afirmando: “Realmente creo que tenemos una oportunidad” y “Creo que a Israel le gustaría verlo, y creo que a los palestinos también les gustaría verlo”.
A Israel le gustaría ver la paz, pero a los palestinos, está claro que no. Recientemente, el portavoz de Fatah, Osama Al-Qawasmi, respondió en el canal de televisión Awdah a una pregunta sobre la posibilidad de que Fatah reconociera el derecho a existir de Israel: “Por supuesto que no”, dijo. “Eso no es necesario, y no vamos a reconocer a Israel”. Al-Qawasmi también agregó un mensaje para sus socios en el proceso de reconciliación, la organización terrorista Hamás: “Hamás, amigos míos, no deben reconocer a Israel; no están obligados a ello”.
Y por si esto no fuera suficientemente desalentador, Al-Qawasmi también compartió la opinión de su organización acerca del terrorismo, que él describe como “resistencia popular”: “Hemos dicho que la resistencia armada, la resistencia popular, también es legítima (…) elegimos la resistencia popular como el medio que vemos más efectivo en las circunstancias actuales”. ¿Para lograr qué? Desde luego que la paz no.
Sin buena voluntad y buena fe entre todas las partes es imposible alcanzar la paz; así que ha sido una suerte para Israel que, a pesar de haber ofrecido en dos ocasiones la retirada completa de los territorios conquistados en la Guerra de los Seis Días a cambio de paz, los palestinos fueron demasiado codiciosos para aceptarlo.
Sin embargo, aunque la situación es desalentadora, no creo que Trump deba dejar que Israel y los palestinos resuelvan las cosas por sí solos. En las actuales circunstancias, si estalla un conflicto violento en Israel, podría provocar que la llama se extendiera al mundo entero. Por lo tanto, la mejor opción para el presidente Trump es centrarse en mantener un estado de alto el fuego con una relativa paz y estabilidad. O dicho de otro modo: reducir las hostilidades a un mínimo que sea soportable.
Un alto el fuego oficial es poco práctico. Cualquier tipo de acuerdo con un régimen que no reconoce tu derecho a existir es, por definición, imposible. Los intentos de paz con un gobierno de este tipo solamente conseguirían frustrar a los enviados y negociadores, y que ambas partes entraran una política de acusaciones, pudiendo provocar nuevas hostilidades en la región.
Por lo tanto, creo sinceramente que la administración Trump debe vigilar de cerca la evolución entre Israel y los palestinos, y fomentar que las partes mantengan la calma. Al mismo tiempo, se debe restar importancia a la esperanza de lograr un tratado de paz en toda regla: en estos momentos es simplemente inalcanzable.
Además, para que esto se consolidara, sería una buena idea que la administración Norteamericana coordinara con Rusia y la UE sus esfuerzos para mantener un estado de no violencia en Israel. Esto pondría las cosas mucho más difíciles a aquellas partes que desean incendiar la región ya que no contarían con apoyo internacional. Además, una coordinación exitosa entre los Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea sobre Oriente Próximo tendría un impacto positivo en sus relaciones y generaría una mejor atmósfera internacional.
Al fin y al cabo, creo que un Oriente Próximo sereno es bueno para los Estados Unidos, para Israel y para el mundo entero. De hecho, es incluso bueno para el pueblo palestino, aunque puede que sus líderes no estén muy satisfechos con ello.
Y hay otro punto que me gustaría destacar. Debe haber una desconexión completa entre la relación de la administración estadounidense con Israel y su relación con la comunidad judía en Estados Unidos. Salvo unos pocos segmentos, que además van a menos, la comunidad judía estadounidense se ha alejado de Israel y no lo apoya; más bien, a menudo vuelcan su apoyo en organizaciones explícitamente antisemitas y antisionistas.
Más aún: la mayor parte de la comunidad judía estadounidense desaprueba las renovadas relaciones entre los gobiernos de Israel y Estados Unidos. La mayoría de los judíos de América no apoya ni a Trump ni a Netanyahu y les gustaría ver a los dos jefes de estado destituidos lo antes posible. Por esta razón, creo que debería haber una desconexión completa entre, por un lado, la relación del gobierno estadounidense con los judíos norteamericanos y por otro lado su relación con el estado judío. Seamos realistas, Donald Trump es mejor amigo de Israel que la mayoría de judíos norteamericanos.
[Imagen: Embajada de EE.UU en Tel Aviv, vía Wikimedia Commons]