¿Podemos llamar al período anterior a la pandemia «vida», o fue sólo una carrera obligatoria para ganarse la vida? Esta pregunta surge ahora, pues nos vemos obligados a hacer una transición rápida a un nuevo estado, una nueva realidad. Podemos aprovechar al máximo nuestro nuevo inicio si nos damos cuenta de que hay objetivos más satisfactorios en la vida que perseguir modas pasajeras y ambiciones sin sentido.
Me recuerdo a mí mismo cuando era niño, que mis padres me mimaron y me dieron todo lo que quería o necesitaba. De repente, a cierta edad, comenzaron a presionarme y exigir autodisciplina en mis estudios, asegurándose de que cumpliera con lo que se me pedía. No entendí lo que pasaba. Si querían que tuviera tanto éxito, ¿por qué no lo arreglaron? ¿por qué, de repente, todo lo tenía que hacer yo? Recuerdo que esta pregunta me preocupaba.
Me tomó tiempo poder aceptar con gusto, que mi vida se dividió en dos períodos: el primero, la infancia, cuando estaba bajo la protección total de mis padres y el segundo, la edad adulta, en la que tuve que estar de pie, solo, sin importar que mis padres me amaran y quisieran lo mejor para mí. Tenía que alcanzar la madurez por mí mismo.
Esto es lo que le sucede a la humanidad en este momento. Está pasando por una fase de crecimiento y el empujón que recibimos no nos es fácil. Requiere que abordemos la vida de manera diferente y no queremos hacerlo. Queremos quedarnos solos en nuestro mundo privado y hacer lo que nos gusta, tal como lo hicimos hasta hoy.
Si «crecer» en nuestro mundo es ingresar al mercado laboral, ir a bares y viajar por el mundo sin ningún propósito real ni satisfacción, en realidad es la definición de «infancia». Hasta ahora, nos centramos principalmente en objetivos a corto plazo, en lo que estaba frente a nuestros ojos y era relevante en ese momento. Artefactos materiales, ir de una complacencia a la siguiente, competencia sin fin para superar a otros, luchas y guerras para dominar, construir y derribar y construir una vez más, estos fueron nuestros juegos infantiles. De repente, llegó el momento en que, como sociedad global, estamos obligados a levantar la vista del patio de recreo y darnos cuenta de nuestra situación en un paisaje más amplio, ¿cuál es el propósito de este mundo donde nos encontramos? ¿qué es esta vida? No estamos acostumbrados a pensar así.
Hasta hoy habíamos esperado vivir la vida al máximo, pero logramos satisfacción artificialmente, nos centramos en pasar un buen rato sin tener en cuenta nuestro entorno. No poníamos atención a los ejemplos que el comportamiento de la naturaleza nos da, que toman en cuenta el equilibrio de todo el ecosistema.
La forma en que llevamos nuestra vida no fue una vida real. Ni siquiera empezamos a comprender lo que realmente significa la vida. La edad adulta se alcanzará hasta que comencemos a madurar, de acuerdo con el plan de la naturaleza, cuando comencemos a medirnos de acuerdo con sus reglas y características, que son integrales, conectadas.
Vivir la vida significa comprenderla, sentir su esencia y su objetivo. La vida real es la capacidad de saborear el significado supremo de nuestra existencia, de sentir las intrincadas redes y enlaces dentro del universo. Esto es a lo que podemos llamar vida verdadera: cuando aprehendemos que todo lo que nace o fue creado, tiene un propósito y una meta para su existencia.
¿Para qué vivimos? ¿por qué fuimos creados? Es algo que aún tenemos que descubrir. Será revelado cuando crezcamos, no sólo cronológicamente, también en nuestra madurez interna. Este ejercicio que la naturaleza nos dio con el coronavirus, es nuestra primera prueba para madurar, es decir, para revelar el significado de la vida.
Si queremos ser niños inteligentes, debemos entender lo que nos depara la vida y con gusto, entusiasmo y mucha esperanza, avanzar. De lo contrario, sentiremos nuestros ejercicios en la edad adulta como sufrimiento. De una forma u otra, tendremos que madurar. Llegó el momento de dejar atrás los juguetes de riqueza y honor y, encontrar el verdadero tesoro, el verdadero propósito de la vida, que existe en las relaciones positivas y armoniosas entre nosotros.
Espero que eso signifique poder estar y compartir con otros. Eso espero y feliz, gracias
Buena semana y buen mes
Desde que encontré al Dr. Laitman, ha sido un descubrir que lo que sentía y me hacía reflexionar sobre la dinámica en que los seres humanos interactúan en nuestro entorno es totalmente errada. Toda esta experiencia de la pandemia nos ha estado enseñado que las cosas a la que estábamos acostumbrados debe cambiar y el cambio empieza por cada uno de nosotros.