“Ser o no ser, ese es la cuestión”, reflexionó el príncipe Hamlet en la llamada “escena del convento” de la obra Hamlet de William Shakespeare. Cada año, en todo el mundo, unas 800.000 personas responden negativamente a esta pregunta y se quitan la vida. Peor aún, el suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes, ¿por qué la gente, especialmente los jóvenes, se quitan la vida? ¿se puede fortalecer su deseo de vivir?
Los autores del Talmud escribieron: “Durante dos años y medio, la casa de Shammai y la casa de Hillel discutieron. Un lado dijo: ‘Es mejor para el hombre no nacer, que nacer’ y el otro lado dijo: ‘Es mejor para el hombre nacer, que no nacer’. Concluyeron: ‘Es mejor para el hombre que no nazca, pero si ya nació, que observe sus acciones’” (Eruvin 13b). De hecho, si aterrizara un extraterrestre en la Tierra y nos viera, probablemente diría: “Que patéticos son los humanos, chocan entre ellos, se ridiculizan y humillan unos a otros y hacen todo lo posible para arruinar la vida de los demás. No es de extrañar que estén tan deprimidos”, ¿por qué la naturaleza creó seres tan miserables?
El suicidio es la consecuencia extrema de una serie de problemas que aquejan a la gente, al punto que decide acabar con todo. Pero incluso antes de que estos problemas se vuelvan demasiado difíciles de manejar, nos llevan a preguntar sobre el significado de la vida. Pues, si la vida es sólo sobrevivir a través de pruebas, es mejor no nacer que nacer.
Lo que pasa es que cuando empezamos a hacernos preguntas sobre la vida o como escribieron los sabios, a “observar nuestras acciones”, empezamos a crecer. El dolor conduce al desarrollo espiritual que nos eleva a reinos que no habríamos soñado que existieran ni los habríamos buscado si el dolor no nos hubiera forzado.
La clave de estos nuevos reinos radica en fomentar conexiones positivas entre la gente, en salir de la mentalidad de alienación y narcisismo que hemos fomentado con tanta devoción, para descubrir que cuando nos preocupamos por los demás, ganamos, en lugar de perder. Ganamos nuevas perspectivas e ideas, nueva sabiduría y conocimiento y nuevos amigos. Al cambiar nuestra actitud hacia los demás, cambiamos nuestro mundo.
Además, al elegir con quién nos vinculamos, moldeamos y remodelamos nuestro mundo con cada nuevo conocido. Así, ningún mundo es demasiado duro para vivir, ya que siempre podemos cambiar a la gente con la que nos conectamos, al hacerlo, cambiamos nuestro mundo. Además, las percepciones y el conocimiento que podemos obtener no tienen fin, ya que siempre hay más conexiones que hacer de las que podemos establecer en nuestra vida.
Y lo mejor, cuando nos conectamos con otros, nos sintonizamos con la realidad circundante, pues está conectada y habría funcionado en perfecta armonía, si nosotros, los humanos, no la interrumpiéramos. Mientras más desarrollemos conexiones positivas, cuyo objetivo sea apoyar y nutrir en lugar de deprimirnos y oprimirnos unos a otros, más expandiremos nuestra percepción de la realidad. Encontraremos que la realidad que hemos conocido hasta ahora era sólo un «pasillo» hacia una percepción más profunda y expansiva.
Si queremos que la gente no se quite la vida, debemos darles una razón para vivir. Cuando entienda para qué es la vida, tendrá un propósito para atravesar pruebas y tribulaciones. Como escribió Nietzsche: “Quien tiene por qué vivir, puede soportar casi cualquier cómo”.
Por lo tanto, hoy, nuestra tarea es remodelar nuestras conexiones para remodelar el mundo. El mundo refleja nuestra actitud hacia los demás. Si todos transformamos nuestra actitud hacia los demás, de abusiva y agresiva a considerada y afectuosa, la vida también cambiará, de una batalla perdida a un viaje tranquilo y placentero. Realmente depende de nosotros.
Gran verdad!!! Cambiar de juicios y actitudes se ha vuelto mi prioridad. He perseguido la paz física, mental, emocional y espiritual incansablemente, pero para ello he tenido que rendirme a la voluntad de DIOS. Muchas gracias. DIOS los bendiga grandemente. 🙏