La revista de la Universidad de Cambridge anunció que sus investigadores encontraron una forma de «retroceder 30 años, el reloj de las células de la piel humana». El cuerpo de la noticia es menos prometedor, pues explica que los investigadores pudieron «restaurar parcialmente la función de las células más antiguas y renovar la edad biológica» y que «en experimentos que simulaban una herida en la piel, las células parcialmente rejuvenecidas mostraron signos de comportarse más como células jóvenes». Aunque los investigadores creen que «los hallazgos podrían acabar revolucionando la medicina regenerativa», yo no estoy tan seguro. Además, aunque lo hagan, irán en contra de la naturaleza y chocar con ella, nunca es aconsejable.
La regeneración de células podría ayudar con algunas lesiones o problemas médicos, pero no funcionará para todo el cuerpo. No podremos rejuvenecer treinta años y cualquier intento de hacerlo, traerá disfunciones y enfermedades que nos impedirán lograrlo.
Además, no me gustaría un procedimiento de este tipo, porque no creo que empezar de nuevo sea una gran idea. Podemos pensar que las experiencias que hemos adquirido a lo largo de los años nos ayudarán si volvemos a ser jóvenes, pero no lo harán; no seremos más sabios.
Nuestro cuerpo no está hecho para vivir eternamente. Está aquí para servir como vehículo para lograr mucho más que la existencia física. La vida real no está dentro de los confines del cuerpo, sino en las conexiones entre la gente, conexiones en todos los niveles: cuerpo (que tenemos), mente (que tenemos algo) y espíritu (que no tenemos nada).
La vida espiritual son las conexiones entre los corazones de la gente, donde sus deseos y aspiraciones se entrelazan y se sienten sin palabras, no están separados por el cuerpo ni por el tiempo. No necesitan retroceder el reloj porque, para empezar, no hay reloj.
Rejuvenecer nuestras células es seguir vivos con miedo perpetuo a la muerte y al sufrimiento. Nos confina a nuestro ego y nos mantiene encarcelados en el cuerpo. Lograr conectar con la realidad en el nivel espiritual significa que nos elevamos por encima del ego y rompemos los tabiques que nos hacen sentir separados.
Para una persona así, el tiempo físico no tiene sentido. En su lugar, existe un flujo eterno de deseos y sentimientos que forman continuamente nuevas conexiones y nuevas experiencias.
Para elevarnos a ese nivel, tenemos que invertir nuestro enfoque y pasar de atender al ego a alimentar y mejorar nuestras conexiones con los demás. Si trabajamos con personas afines, podremos elevar gradualmente las conexiones, hasta un nivel en el que el cuerpo deje de tener sentido y empecemos a sentirnos unos a otros, independientemente de la ubicación o presencia física.
Una vez que lo logremos con una persona, podremos reproducirlo con todas y con todo; descubrimos una parte de la realidad a la que no habíamos tenido acceso. En ese momento, nos elevaremos por encima del tiempo. Resulta que, sorprendentemente, la clave para alcanzar la inmortalidad no está en la biología, sino en nuestras conexiones con los demás.
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